Proyectos de "Misión" Juventud Carmelita Ecuatoriana

Con la finalidad de realizar proyectos de solidaridad, acogida y fraternidad con comunidades que lo necesiten, los jovenes que conformamos el JUCAE, queremos compartir con ustedes estas iniciativas y proponerles se nos una como colaboradores.

sábado, 26 de enero de 2013

Profeta

José Antonio Pagola
 
En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido (Lc 4,14 – 21).
 
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
 
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Según Lucas, la gente “tenía los ojos fijos en él”. La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
 
Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos “Dios”.
 
Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido “ungido” por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
 
Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
 
Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.
 
 

sábado, 19 de enero de 2013

María: Evangelio de importancia de la mujer en la salvación y construcción del Reino

Eugenio Pizarro Poblete
 
En el milagro de las bodas de Caná (Jn 2, 1-12.), la Virgen María tuvo un rol de convencimiento a su Hijo para que “adelantara su hora”, sacando así, de un aprieto a unos novios, que en su fiesta de bodas se habían quedado sin vino: “No tienen vino”.
 
Fue una presencia femenina y maternal, muy junto a Jesús y con corazón y mente puesta en las necesidades humanas.
 
Ella produce una relación humana, solícita, propia de la mujer, entre Jesús y nosotros, que estamos representados en familia cananea. María “en Caná está atenta a las necesidades de la fiesta y su intercesión provoca la fe de los discípulos que ‘creyeron en Él’. Todo su servicio a los hombres es abrirlos al Evangelio e invitarlos a su obediencia: ‘Haced lo que Él os diga’” (Puebla 300).
 
Este Evangelio nos ayuda a comprender el lugar de María junto a Cristo y junto a los hombres. El lugar concreto e histórico, en la vida de cada día. Esto significa una gran verdad: María no es una mujer desconectada de la realidad. No es una entelequia o una idea abstracta y semi-endiosada: “Por medio de María, Dios se hizo carne; entró a formar parte de un pueblo; constituyó el centro de la historia. Ella es el punto de enlace del cielo con la tierra. Sin María, el Evangelio se desencarna, se desfigura y se transforma en ideología, en racionalismo espiritualista” (Puebla 301).
 
Hay que decirlo: María era una mujer de pueblo , humilde, pobre, llena de fe y de amor en el Señor Dios de Israel.
 
Es necesario entender que Dios se vale de las personas humildes, de los medios que el mundo desprecia. Dios va completamente al revés de nuestros criterios; para alcanzar efectos grandiosos utiliza medios inadecuados: “En lo pequeño Dios se manifiesta grande”. Siguiendo este criterio que es constante en la Biblia, tenemos el derecho a suponer que María era una mujer poco importante según los criterios del mundo, era poco importante en la escala social. Era de aquellas que la gente dice: ¿qué puede hacer esta muchacha? Como lo dijeron de Jesús: “¿Puede salir algo bueno de Nazaret, no es éste el hijo del carpintero?”. Pero no olvidemos el cántico de María: María anuncia la esperanza que el Mesías que nacerá de ella “destronará a los poderosos de sus tronos y enaltecerá a los humildes. Colmará de bienes a los hambrientos y enviará a los ricos con las manos vacías” (Lc 1, 52-53).
 
Nuestra esperanza como militantes cristianos tiene como único fundamento esta fe. En el origen de todo compromiso cristiano hay un acto de fe: es la certeza de que el mundo se puede transformar –que el hombre y la mujer tienen el poder de crear de nuevo– y que cada uno de nosotros y todos unidos somos responsables personal y comunitariamente de este cambio. El cántico de María concuerda que Jesús viene a poner en el mundo una dinámica hacia la justicia, hacia la búsqueda de una verdadera fraternidad.
 
María tiene un lugar junto a la misión de Cristo Liberador. Dios la eligió como su Madre y su colaboradora en la liberación y salvación integral de la humanidad toda. Y María, en su humildad y pequeñez, fue interiorizando, que Dios, “fijándose en la pequeñez de su sierva fue haciendo en ella maravillas” (Lc 1, 46 y ss).
 
Dios la eligió como su colaboradora. Y esta colaboración la realizó acompañando con total fidelidad a Jesús en su vida y en su muerte; y que hoy día la prolonga, siendo modelo para la Iglesia, que con su Evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en “transformar desde dentro” en renovar la misma humanidad (EN 18) es un verdadero volver a nacer. En este parto, que siempre se reitera, María es nuestra Madre. Ella, gloriosa en el cielo, actúa en la tierra. Participando del señorío de Cristo Resucitado, “con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan” (LG 62, Puebla 288).
 
En la Boda de Caná aparece María con una mediación discreta, para que Jesús intervenga, aún al precio de “adelantar su hora”, en algo aparentemente banal, como el vino que se acabó en la fiesta. Pero su mediación femenina junto a Cristo es una discreta y eficiente “fuerza de presión” (eso es femenino) para hacer presente a Jesús en lo cotidiano. En cosas que consideramos que no interesan a Dios, que parecen lejanas a la misión liberadora. De nuevo: “En lo pequeño Dios se manifiesta grande”. Jesús hace nada menos que un milagro: convirtió el agua en vino. “Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea (a instancias de María). Así manifiesta su gloria y sus discípulos creyeron en él”.
 
Así María aparece comprometida en el trabajo del Reino. María es colaboradora de Jesús, como los apóstoles y mucho más cercana que ellos, tiene ciertamente una función importantísima y un poder muy grande. Que así como lo fue con la familia cananea, lo sea con la familia Iglesia, que con su discreta y femenina presión, haga recuperar la credibilidad disminuida en nosotros Iglesia: Pueblo de Dios. Que la haga siempre vivir su pascua, pasando de muerte a vida. Que se termine la ola pecaminosa de abusos y otros pecados. Que, con su mediación femenina y materna, por Jesús, salgamos fortalecidos, purificados, santos, sin mancha ni arruga ni nada semejante. Que el Señor, por intermedio de María, convierta nuestra agua en vino: vino que es alegría para el corazón humano.
 
Además, María es nuestra compañera de lucha y trabajo, la que nos impulsa a comprometernos por el Reino, por cambiar este mundo. María es siempre nuestra Madre, pero no una madre a la cual nos aferramos desesperados cuando no encontramos refugio en nadie más. Es la madre que da confianza, esperanza, fuerza para luchar (Puebla 287-288).
 
María nos enseña la importancia de la mujer en la salvación y en la construcción del Reino. Es algo del cristianismo que nunca debemos olvidar. María es mujer. Es “la bendita entre todas las mujeres”. En ella “Dios dignificó a la mujer en dimensiones insospechadas. En María el Evangelio penetró la feminidad, la redimió y exaltó. Esto es de capital importancia para nuestro horizonte cultural, en el que la mujer debe ser valorada mucho más y donde sus tareas sociales se están definiendo más clara y ampliamente. María es garantía de la grandeza femenina, muestra la forma específica del ser mujer, con esa vocación de ser alma, entrega que espiritualice la carne y encarne el espíritu” (Puebla 299).
 
Dios mismo nos llama la atención al respecto, en la Eucaristía y en el Evangelio: que el mundo no se salva sin la mujer.
 

lunes, 14 de enero de 2013

La importancia de las mediaciones en los procesos de liberación

 
Estamos de fiesta. Celebramos que hace cincuenta años la iglesia inauguró el Vaticano II, primer concilió donde la iglesia no condenó al mundo sino que lo interpretó y se dispuso a servirlo, entendiendo que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1). Seis años después los obispos latinoamericanos se reunirán en Medellín, Colombia y celebraran la segunda conferencia episcopal latinoamericana, donde se configuró el rostro latinoamericano y caribeño de la Iglesia recién “aggiornada”. Cuatro años después, aproximadamente, un teólogo de la periferia, fiel al espíritu renovador y liberador que soplaba en esos tiempos, escribirá un libro que marcaba el inicio de una teología que nacía de la indignación y proponía la liberación. A partir de entonces nace en la historia del continente lo que se ha llamado la Tradición teológica latinoamericana.
 
Este nacimiento no fue bien visto por los grupos dominantes de ese tiempo. Políticos, militares y eclesiásticos no estuvieron de acuerdo con esta nueva esperanza y desde entonces se han empeñado en desaparecerla. Sin embargo la fuerte espiritualidad de liberación hizo que en esos hombres y mujeres la defendieran hasta con sus vidas. En ambientes y tiempos oscuros, perversos, violentos, dictatoriales la terquedad evangélica de la liberación se ha mantenido en pie y con vitalidad. Tan es así que estamos por celebrar un Congreso más de teología en nuestro continente. Sin embargo nada de esto hubiera sido posible sin las personas, instituciones, pastorales, catequistas, mártires, obispos, religiosos y religiosas que con sus vidas y trabajos hicieron posible que lleguemos a festejar nuestros primeros cincuenta años de “caminata liberadora”. Un caminar lleno de lodo pero también de canto y color.
 
Me pregunto si ¿nuestra caminata hubiera sido la misma sin la misa nicaragüense, sin el evangelio de Solentiname, sin los dibujos de Cerezo Barredo? ¿Cómo imaginarnos una iglesia diferente sin la ayuda de los sacerdotes que celebraban las misas con sus estolas llenas de colores en los barrios y favelas; o sin los cantos de liberación que animaban las eucaristías populares; sin el evangelio dialogado, la comunión con pan, el ofertorio con despensas para familias pobres, con hermanas religiosas cantando y organizando -en su apostolado de inserción- la vida cotidiana de la parroquia? Fueron buenos tiempos de utopía vivida y de esperanza encarnada.
 
¿Cómo llegar a estos aniversarios sin la CLAR?, esa organización de religiosos y religiosas que lo único que pretendían (y siguen pretendiendo) es servir al pueblo desde los criterios del evangelio, tan bien descifrado por sus equipos de teólogos y teólogas que han tenido desde hace más de cincuenta años. Sus presidentes y presidentas han sido grandes hombres y mujeres que sin dejar de ser amables nunca dejaron de ser profetas de la buena noticia cristiana. Quién no recuerda a Cecilio y el “golpe de estado” que sufrió, a Carmen Margarita y su “camino de Emaús”, por decir solo dos nombres de los muchos que hicieron posible una auténtica vida religiosa latinoamericana y caribeña. Como no mencionar a Pedro de Acevedo que hace magia con los números para poder realizar lo que se creía imposible, primero en la CLAR y después con Amerindia.
 
Cómo llegar a estos cuarenta años sin recordar a Dussel, Assmann, Segundo, al mismo Comblin, esa primera generación de teólogos que fundaron asociaciones como EATWOT y fortalecieron esa reflexión teológica donde los sujetos centrales son los pobres, dónde las víctimas son el eje vital de sus palabras y profecías. Fueron reuniones, congresos, asambleas las que alimentaron a una teología recién nacida y la ayudaron a crecer y a fortalecerse. En esta parte de la historia no podemos olvidar a Sergio Torres que creó amerindia, grupo que nucleó a los principales teólogos y teólogas de la liberación para apoyar a los obispos en su conferencias episcopales, mucho tiempo Amerindia fue incomprendida, exiliada y hasta perseguida, ahora, ya fue consultada por la CELAM para la reunión de Aparecida. Sergio imparable sigue activo creando junto con otras y otros los Foros mundiales de la Teología de la liberación.
 
Que sería de estas teologías de la liberación sin la creación de centros dedicados a su estudio como el CAM y el CEE en México, el Valdivieso en Nicaragua, el DEI de costa rica, el CESEP de Brasil, la Universidad Bíblica Latinoamericana (antes SEBILA) en San José costa rica, y muchos más que fueron creando y fortaleciendo una “epistemología de la liberación”, que enseñaron a pensar la liberación de nuestros pueblos desde el amor a los evangelios y desde la fuerza histórica de los pobres. Se crearon centros de formación que se volvieron referencia continental como ATABAQUE fundado por el P. Toninho para la teología afroamericana, o el CENAMI dónde Clodomiro Siller y Eleazar López difundirán la Teología india. No podemos hablar de un centro en particular de donde haya salido la teología feminista de liberación sino que tenemos que hablar que en la mayoría de estos centros había una teóloga que hablaba de Dios sin dejar de ser mujer, recordamos en especial a Elsa Tamez del DEI, Ivone Gevara en el CESEP, Antonieta Pottente en la CLAR.
 
Cómo analizar la América latina y el Caribe sin el aporte de las comunidades eclesiales de base (CEB). Ellas han engendrado dos procesos muy importantes para la vida latinoamericana. Lo primero es que fueron la base para la militancia política del continente, muchos hombres y mujeres que al no encontrar ya en la estructuras eclesiales posibilidades de ampliar su compromiso social, crearon o llegaron a las llamadas ONGs (organizaciones no gubernamentales). En ellas laicos comprometidos en las causas de liberación dieron su experiencia, su tiempo, sus conocimientos, su vida entera para formar redes de la sociedad civil que defienden los derechos humanos, forman cooperativas, generan proyectos de desarrollo social, forman cuadros políticos, etc. Las CEB han dado pensadores y militantes, pastoralistas, y podemos decir que hasta presidentes.
 
Lo segundo es que han sido la versión más encarnada y cercana a lo que quería Jesús de Nazaret, ya que en sus reuniones las personas excluidas y empobrecidas se convirtieron en sujetos, encontraron nuevos sentidos de dignidad y pertenencia, aprendieron a leer para saber utilizar la palabra de Dios en su vida cotidiana, se comprometieron y transformaron su sociedad. Cantaban y celebraban en sus eucaristías la vida y la esperanza de un nuevo mañana. Se encontraban con otros y otras, semejantes a ellos, en congresos nacionales y continentales, se formaron en los talleres de “Marins y equipo” y ahora se articulan continentalmente con Socorro Martínez que ha dado toda su vida a ellas.
 
Celebremos el concilio Vaticano II y el “aggionarmento” que aun pendiente en muchas cosas, sigue siendo causa de esperanza para la iglesia. Celebremos el libro de Gustavo y el inicio correspondiente de la teología latinoamericana y caribeña. Pero también reconozcamos y celebremos a quienes han hecho posible nuestra caminata de liberación. Celebremos con memoria y con agradecimiento a personas que con valentía y fraternidad han hecho posible que la utopía de la liberación se vuelva posible y tenga un rostro cercano, compasivo y verdadero.
 
Escrito por Mtro. Alejandro Ortiz

domingo, 6 de enero de 2013

La belleza de la fe, releída


Algo de lo que ha hablado bastante el Papa en los últimos tiempos, que se repitió en el Sínodo de la Nueva Evangelización y -seguramente- estará reflejado en la inminente encíclica sobre la fe (que completaría la trilogía sobre la esperanza y el amor) es señalar la importancia de la “belleza de la fe”.
 
Ciertamente, el tema puede ser ambiguo, o generalizante. El Arzobispo de La Plata, por ejemplo, lo relacionó con la liturgia (y -por lo tanto- con una liturgia que debe ser bella; seguramente en contraste con “esos cantos apocalípticos” que se cantan hoy, como ya lo decía en homilías en 1973); otros lo han relacionado con el arte, y presentan a los artistas como lo repitió el cardenal Ravasi, como a quienes “dan forma” esa “vía de la belleza”. Pero también el texto -en el mensaje final del Sínodo: como la samaritana en el pozo”- remite a la belleza y la novedad del “encuentro con la persona de Jesús” (n. 3).
 
Me quiero permitir una reflexión sobre el tema, teniendo en cuenta lo que el mismo Sínodo afirma en su Mensaje Final. Allí afirman los obispos:
 
“Estamos, además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar por Él. Lo muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son instrumentos privilegiados de la nueva evangelización” (n. 5).
 
Del texto resulta evidente que para los obispos, la Iglesia hoy no es “esplendorosa”, como de hecho lo fue antes. No hay un análisis de cuándo dejó la Iglesia de ser esplendorosa, por qué dejó de serlo y (¿demasiado pedir?) quiénes son responsables o causantes de que haya dejado de ser esplendorosa. Pero lo cierto es que hoy la Iglesia no es esplendorosa. Dos elementos resaltan: dejarse conducir por el Espíritu, y la vida de los santos. Esto parece insinuar que la Iglesia -para sí misma- no se deja conducir por el Espíritu y que no es santa.
 
Es posible que para muchos -quizás para “Roma” misma- la Iglesia haya dejado de ser “esplendorosa” a partir del Vaticano II, que es responsable de la pérdida de Espíritu y Santidad, y que los “seleccionados” por la Curia romana para la nueva evangelización pueden poner los medios para desandar los caminos errados. Pero es evidente que esto no está dicho (y no puede decirse, aunque muchos lo crean y piensen).
 
Pero, ¿qué dice el mismo documento sobre esto?
 
El texto arriba citado donde alude a la “belleza” de la liturgia se encuentra en un párrafo donde “dice algo más”:
 
“Hemos de constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión que, con la fuerza ardiente del amor, -‘Mirad como se aman’ (Tertuliano, Apologetico 39, 7)- atraigan la mirada desencantada de la humanidad contemporánea. La belleza de la fe debe resplandecer, en particular, en la sagrada liturgia, sobre todo en la Eucaristía dominical. Justo en las celebraciones litúrgicas la Iglesia muestra su rostro de obra de Dios y hace visible, en las palabras y en los gestos, el significado del Evangelio”(n. 3).
 
Esa belleza, parece, entonces, la belleza de la “acogida”, no la de la “solemnidad”; un “hogar” para los marginados, un centro del amor, no del “resplandor”.
 
También se afirma:
 
“El otro símbolo de autenticidad de la nueva evangelización tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde del camino de la vida no es sólo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de Cristo: ‘Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25, 40). A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo” (n. 12).
 
Esto nos parece invitar a una conclusión diferente: la Iglesia ha perdido su resplandor cuando descuidó al pobre y cuando no fue “hogar” de los marginados. La frase de Tertuliano arriba citada sigue más adelante: “todo lo tenemos en común”, lo que no es evidente de la Iglesia contemporánea; y la presencia de los pobres en las comunidades, tampoco es evidente. Para ser preciso, me refiero a que no suele haber pobres en las reuniones episcopales (¿hubo pobres de todos los continentes invitados “a dedo” por el Papa al Sínodo, o a Aparecida?, por ejemplo. Ciertamente no).
 
La idea del “resplandor”, en el mundo bíblico se asocia a la idea de “la gloria”, esto es “la manifestación de Dios”. Dios no se manifiesta -en la Biblia- en el arte y “lo bello” sino en la historia. Dios nunca resplandece más que cuando su pueblo es capaz de vivir “el derecho y la justicia” que es aquello por y para lo que fue elegido por Dios. Y cuando su Hijo se hace presente entre los seres humanos: “manifestó su gloria”. La “encarnación”, la “Palabra (que) se hizo carne” es la manifestación y máximo “resplandor” de Dios en la historia humana. Ahora bien: cualquier mirada seriamente histórica debe evitar cualquier comprensión del nacimiento, la vida y muerte de Jesús en clave “belleza”. Poco sabemos del nacimiento histórico de Jesús, pero la cruz -para poner el ejemplo más sublime- no se parece en nada a momentos bellos de la historia, sino a los momentos dramáticos (y no en sentido del teatro griego). La resurrección es el máximo resplandor, pero en cuanto “apariciones”: “hemos visto al Señor”. Esto es, la confirmación desde Dios del proyecto y camino que Jesús vivió en la predicación del Reino como “buenas noticias a los pobres”.
 
La famosa frase de San Ireneo de Lyon “la gloria de Dios es el hombre que vive”, no puede ser menos cierta en esta comprensión del “resplandor” divino. Y no hace falta repetir -por conocida- la relectura de Mons. Romero (en quién Dios brilló pasando por El Salvador) de que “la gloria de Dios es el pobre que vive”.
 
Si damos una mirada a “la Iglesia” de América Latina, ¿no podemos afirmar que “resplandeció” en Medellín y bastante también en Puebla mientras que se “opacó” en Santo Domingo y un poco menos en Aparecida? La Iglesia que se entendía y vivía como Pueblo de Dios, ¿no resplandeció más que cuando se ve a sí misma como “jerarquía”? ¿No resplandecía cuando se veía los rostros de Pironio, Hélder Cámara, Landázuri, Alvear, Proaño, Méndez Arceo, y luego también Samuel Ruiz, Romero, Silva Henríquez, Arns, por mencionar unos pocos de los muchos, mientras que era opacada por rostros cardenalicios como los de los mismos obispos elegidos (a dedo) para integrar la curia romana: López Trujillo, Castrillón, Medina Estévez, por mencionar unos pocos? O incluso las mismas imágenes papales de Juan XXIII y Pablo VI, ¿no son bien diferentes de las de Juan Pablo II y Benito XVI?
 
¿En qué momento la Iglesia dejó de resplandecer? ¿Se trata de una autocrítica? Ciertamente no, porque eso debería reflejarse en cambios “rápidos y urgentes”, que no los hay (y los nombramientos “a dedo” parecen confirmar). Se trata de saber que cuando la Iglesia fue fiel y dejó caminar con libertad al Concilio Vaticano II, la fe supo brillar con la belleza (sic) de los pobres, porque el Espíritu permitió que los “vicarios de Cristo” se sintieran en su “hogar”. Se trata del resplandor de la osadía profética, del resplandor de la presencia (siempre limitada, pero siempre posible) del Reino de Dios, se trata de anunciar “buenas noticias a los pobres” (¿qué otra cosa sino es la “evangelización”?).
 
La última referencia al “resplandor” en el texto post-sinodal remite a María, la Virgen (n. 14). Pero curiosamente, al aludir a su “canto de alabanza” se omite -todo lo contrario a como lo repetía Pablo VI en “Marialis Cultus”- que “Dios derribó del trono a los poderosos y elevó a los humildes”. Es precisamente “otro resplandor”, el de los palacios, y el del “oro”. Seguramente, cuando sepamos mirar desde los pobres, caminar con los pobres y entregar la vida por los pobres, la Iglesia resplandecerá: será “Iglesia de los pobres”, y la “nueva evangelización” será realmente siempre nueva, y no simplemente repetir y mirar nostálgicamente el pasado, encerrado en miedos episcopales que añoran viejas cristiandades. Siendo que desde hace “tanto tiempo” hay un modelo hegemónico de “ser Iglesia”, ¿no es razonable pensar que desde que “ese modelo” impera es que la Iglesia ha perdido el resplandor del Espíritu y ser casa de los pobres?
 
Cuando volvamos a ser Iglesia de los pobres, la Iglesia resplandecerá, no con el resplandor de liturgias “papales” sino con la luz de la mesa compartida, la pobreza del pesebre, el escándalo de la cruz imperial y la vida fraterna y compartida del resucitado con pescadores y mujeres.
 
Eduardo de la Serna

viernes, 4 de enero de 2013

La Cena Mágica


La misa de medianoche terminó los primeros minutos del 25 de diciembre. Padre Alfonso se quedó contaminada por la angustia de los ansiosos fieles, para volver a sus casas y disfrutar de la cena antes de que los niños se marchitan sueño.
Acortado la homilía, saltó oraciones, deseó a todos Feliz Navidad y dio la bendición final. Una docena de feligreses ombreou la sacristía para expresar sus deseos de unas felices fiestas. Regalos superponen en un rincón: camisas, calcetines, libros, cosas propias de un hombre de Dios.
 
Colgando vestiduras, el Padre Alfonso se encontró solo.
 
Lamentablemente sólo en su totalidad la noche de Navidad. El celibato es un don y él lo conocía bien merecido. Más de veinte años de sacerdocio se le afectó muchas tentaciones.
 
Era el encanto de las mujeres que le hacían dudar de su consagración. Yo los admiraba, se sintió complacido por la búsqueda de ellos hermoso y atractivo. Señal de que era un varón, que en el envaidecia íntimo.
 
Se perturba la conciencia del padre que nunca tuvo. A menudo se perdió los niños que no tenían. Atormentado él solo a ver la mesa del comedor. Comer es comunión, el compartir, el menú de diálogo intercalar suave y alegre. La comida se cayó aburrido ya veces sorprendente ti soñando con los ojos abiertos, la mesa rodeado de su familia imaginaria.
 
Esa noche, la soledad le golpeó duro. Un desierto con la punta de amargura que viene de una expectativa frustrada. Sintió la boca del alma. Ninguno de los feligreses tuvieron la generosidad de invitar a cenar.
 
Padre Alfonso rodar fardos de colores brillantes y se encontró que era suficiente: un pan dulce y una botella de vino. Se las metió en la carpeta utilizada para llevar los sacramentos a los enfermos y se dirigió a la zona bohemia.
 
Shirley llevaba los ojos hinchados, el pecho sofocado, cabrito corazón. Desde el final de la tarde lloró copiosamente al recordar las Navidades de su infancia en Minas del norte. Recordó que la familia había repudiado, el marido que la abandonó, que su hijo estaba avergonzado. Sintió odio a la vida, a la que se le condenó desfortuna.Confundida, ella quería sentir el odio y el temor de Dios también.
 
No se ha podido trabajar esa noche. Sin embargo, no tenía otra alternativa. La acumulación de deudas obligó a salir a la calle y esperar a que el dinero que venía caminando escondido detrás de la emoción de su parroquia fortuito fantasía.
 
Miró al hombre del maletín en la mano, camisa sin cuello, zapatos oscuros. Tal vez iba a funcionar. Enmarcado en la tipología adquirida en muchos años de acera: era la forma ingenua de que la solicita y sólo si, en el momento de la recolección, prefieren ser generosos en el pago de una prostituta dispuesta a enfrentarse al escándalo enojado.
 
Intercambiaron miradas y ella luchó para imprimir una sonrisa seductora. Se detuvo y preguntó, ella señaló al hotel alrededor de la esquina. Caminaron juntos en silencio, ella se superponen sentimientos desgastados por su profesionalismo, él aprensivo frente al temor de ser atrapados allí por un conocido. Opacamente iluminado por la escalera, cuyos pasos cucarachas desviado tímido.
 
Cuando se abre el primer botón de la ropa, ella amenazó a decir nada, pero él se adelantó. Explicó que él no estaba allí para el sexo, sino el compañerismo. Habría, sin embargo, pagar por ella.
 
Ella le habló de su sacerdocio y de su soledad, y le preguntó si estaba dispuesto a orar con él y compartir la cena.
 
Shirley se sentó en la cama, hundió la cara entre las manos y rompió a llorar. Ahora era un grito de alivio, gratitud por algo que no podía definir, casi de alegría.
 
Luego, habló de su natal en el país, el belén de tamaño natural que el padre era armar la caseta del patio trasero, pavo engordado durante meses para la ocasión, el archivo. Bendecidos tirado por un vecino en la ausencia de la iglesia y el sacerdote en esos confines lejanos
 
Padre Alfonso propuso hacer una oración. Se arrodilló y la tomó de la mano y le hizo sentarse de nuevo. Ocupó la única silla de la habitación.
 
Abrió el Evangelio de Lucas y leer, poco a poco, la historia del nacimiento de Jesús. Entonces ella me preguntó si le gustaría recibir la Eucaristía.
 
Shirley parecía tener un shock. Al igual que ella, una prostituta, podría recibir la hostia sin siquiera confesado? El sacerdote leyó el texto de Mateo (21:28): “. Las prostitutas precederán en el reino de Dios”, y agregó que él era, y esta sociedad cínica, injusta, desigual, deben confesar a ella y pedir disculpas por el obligados a tener una vida tan degradante.
 
Después de la comunión, el Padre Alfonso tomó dos tazas de pasta, los llenó de vino y rompió panettone. Los dos también hablaron de sus vidas, mientras que iluminar el día. “
 
* Frei Betto, teólogo, CEB asesor, escritor