Lectura orante del Evangelio:
Mateo 28,16-20
“Anunciemos la nueva vida que viene del amor de Dios” (Papa Francisco).
Al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Llevamos la fragilidad humana
a cuestas, como muro protector contra toda vanidad. Pero el Espíritu nos ayuda
a descubrir la presencia viva de Jesús. Aun con dudas y vacilaciones, lo
acogemos en el corazón. Jesús es fuente fecunda, presencia amiga, fresca mañana
para nuestras noches. Lo adoramos. Al mirarlo se pone en pie nuestra esperanza,
manteniendo vivo el anhelo de eternidad que ha preparado para nosotras/os. Permanecemos
así, en oración, junto a la Virgen María para acoger el Espíritu Santo. Te adoramos, Señor.
Jesús se acercó a ellos. Jesús se acerca a
nosotras/os, rompe las distancias. Siempre nos espera. ¡Tanto significamos para
Él! Acercándose, nos regala un horizonte sin límites, una esperanza más
definitiva que supera nuestra condición caduca y mortal. Jesús no nos deja solas/os,
es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón. La oración nos
permite estar con Jesús y empaparnos de la esperanza de vida que no tiene fin. Gracias, Jesús, por acercarte a nosotras/os.
Gracias por regalarnos la esperanza.
‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra’. Lo sabemos: el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anhela
y busca. Pero viene Jesús con su poder y libera, abre horizontes. Su poder es
para nosotras/os. Se alegra de ser Dios para poder darse como Dios. En Jesús
está nuestra vida; “todas las demás verdades dependen de esta verdad como todos
los demás amores de este amor” (Santa Teresa). El poder de Jesús nos capacita
para escuchar las preguntas de los tiempos nuevos y ofrecer respuestas
esperanzadas que abran caminos de vida eterna. Y todo esto se teje en la
oración. Te cantamos: A Ti la gloria por
los siglos de los siglos. Amén. .
‘Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del hijo y del Espíritu Santo’. Ligeros de equipaje,
sin mirar hacia atrás, el Espíritu nos desafía y nos empuja a una aventura
fascinante: que haya en el mundo muchos hombres y mujeres como Jesús, que vivan
y amen como Él, que aporten ternura y fortaleza a las/os más débiles como Él,
que den voces a favor del amor y la justicia como Él, que siembren los caminos
de alegría como Él, que aporten novedad y esperanza como Él. Espíritu Santo, tú nos fortaleces para dar
testimonio de Jesús.
‘Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. ¡Qué promesa tan hermosa de Jesús! El misterio último de la realidad es
un misterio de amor salvador. Cuando queremos progresar hacia un mundo más
digno y más humano, y vemos, a la vez, que crece el desencanto, el escepticismo
y la incertidumbre ante el futuro, Jesús nos dice que está con nosotras/os
siempre. Aunque todo cambie, Jesús no cambia su promesa. Nuestra alegría
proviene de saber que Jesús es fiel; su fidelidad es garantía de nuestra
fidelidad. La oración es ese ejercicio diario, que permite que Jesús no se
ausente de nuestra memoria. Cantamos
contigo, Señor, esa plenitud de vida que esperamos porque Tú nos la has
prometido. Donde Tú estás, estaremos nosotras/os.
Feliz día de la
Ascensión – CIPE, mayo de 2017