Tomado del blog de ISAMIS: ISAMIS
La autoridad en la iglesia antes que ejercicio del poder es un ejercicio de identidad siendo encargados de hacer visibles las cualidades de Jesús, el Buen Pastor, modelo de todos los pastores y figura de toda autoridad en la Iglesia (Jn 10, 11).
El buen pastor con el que sueña la Iglesia de Sucumbíos ha de ser persona con capacidad de escucha y de acogida:
El buen pastor con el que sueña Sucumbíos ha de ser un hombre que ame apasionadamente la verdad pues la iglesia de Sucumbíos ha padecido el flagelo de las verdades a medias, la maledicencia y la difamación por todos los medios: emisoras, internet, panfletos… Resulta especialmente escandaloso que esta obra haya contado con la anuencia de parte de responsables de la iglesia. El pastor que venga para sanar heridas no escuchará únicamente a una parte ni tomará posturas premeditadas y denunciará todo aquello que dañe la dignidad y credibilidad de las personas o grupos buscando que brille la verdad, que es la que nos hace libres (Jn 8, 32).
Sucumbíos sueña con tener un pastor que sea autor y generador de comunión. Es tarea primordial de toda autoridad en la Iglesia ser autor de comunión. (DA 188) Esta comunión se da en ambientes diferentes:
Sucumbíos sueña con un obispo que confía en sus colaboradores, especialmente en el clero diocesano nacido de esta experiencia de Iglesia y que han probado sobradamente su compromiso con la iglesia y con la provincia.
Característica fundamental para este pastor con el que sueña Sucumbíos es que tenga entrañas de misericordia, que no condene sino que salve (Jn 12, 47), que apoye, que ayude y estimule, que privilegie el espíritu ante la ley.
En el respeto a la tradición de la Iglesia local y la Iglesia latinoamericana optará por la iglesia comunidad de comunidades tal como pide insistentemente el Documento de Aparecida al decir: La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana (DA 168) y al hablar de la Parroquia como comunidad de comunidades (Cfr. DA 170-177) o de la opción por las Comunidades Eclesiales de base y pequeñas comunidades (Cfr. DA 178-180).
Finalmente la Iglesia y la sociedad de Sucumbíos sueñan con un pastor capaz de respetar la sana tradición de la Iglesia de Sucumbíos enmarcada en la tradición de la Iglesia Latinoamericana alentada por el Concilio Vaticano II
El buen pastor con el que sueña la Iglesia de Sucumbíos ha de ser persona con capacidad de escucha y de acogida:
- Para escuchar al pueblo en su sufrimiento y dolor (Cfr. Ex 3, 7). La provincia de Sucumbíos tiene una historia reciente marcada por la marginalidad, la explotación, el sufrimiento y el dolor. Han padecido a manos de las compañías petroleras que abrieron los primeros caminos y carreteras, de las compañías de la madera, de los comerciantes, de las autoridades sin escrúpulos, de las fuerzas de seguridad y de las consecuencias de la frontera con Colombia. Algunos dicen que hasta ahora no habían padecido el maltrato por parte de la Iglesia.
- Capaz de escuchar a Dios en su oración para que le vaya concediendo “entrañas de misericordia” como a Jesús de Nazaret. Solamente desde ahí podrá devolver a esa Iglesia la dignidad que se le ha robado como hacía Jesús con los desposeídos que se encontraba, ciegos (Mc 8, 22-25; Jn 9), sordomudos (Mc 7, 31-35), endemoniados (Mc 5, 15)…
El buen pastor con el que sueña Sucumbíos ha de ser un hombre que ame apasionadamente la verdad pues la iglesia de Sucumbíos ha padecido el flagelo de las verdades a medias, la maledicencia y la difamación por todos los medios: emisoras, internet, panfletos… Resulta especialmente escandaloso que esta obra haya contado con la anuencia de parte de responsables de la iglesia. El pastor que venga para sanar heridas no escuchará únicamente a una parte ni tomará posturas premeditadas y denunciará todo aquello que dañe la dignidad y credibilidad de las personas o grupos buscando que brille la verdad, que es la que nos hace libres (Jn 8, 32).
Sucumbíos sueña con tener un pastor que sea autor y generador de comunión. Es tarea primordial de toda autoridad en la Iglesia ser autor de comunión. (DA 188) Esta comunión se da en ambientes diferentes:
- Al interior de la propia iglesia local, en cada comunidad y entre las comunidades mismas potenciando las instancias de comunión y participación de la iglesia: Consejos Pastorales, Consejo Diocesano de Pastoral, Consejos de las Unidades de Pastoral, Asamblea Diocesana de Pastoral. Las formas de coordinación podrán variar según los tiempos y necesidades pero no conviene que deje de existir un tejido de comunión. Es el ser de la Iglesia.
- También deberá estar produciendo comunión con las demás iglesias especialmente las más cercanas, tal como pide el Documento de Aparecida. (DA 166, 181,182…)
- Con las demás Iglesias del Ecuador asumiendo y cuidando los proyectos emanados por la Conferencia Episcopal tanto en el proyecto de catequesis como en cualquier otra temática que se proponga la Conferencia. (DA 181 y 182)
- Y la comunión con la Santa Sede para seguir y animar sus directrices.
Sucumbíos sueña con un obispo que confía en sus colaboradores, especialmente en el clero diocesano nacido de esta experiencia de Iglesia y que han probado sobradamente su compromiso con la iglesia y con la provincia.
- Tanto los sacerdotes como los diáconos permanentes encontrarán con él el lugar para ser discípulos y misioneros de Jesús y servir a la iglesia local.
- En las religiosas encontrará excelentes colaboradoras para la pastoral desde su testimonio de vida fomentando la diversidad de los carismas como expresión de la riqueza de la iglesia (DA 169).
- Confiará en la riqueza que Dios le otorga para su colaboración en los Ministerios laicales que sostienen la fe de sus hermanos en cada comunidad cristiana. (DA 202)
Característica fundamental para este pastor con el que sueña Sucumbíos es que tenga entrañas de misericordia, que no condene sino que salve (Jn 12, 47), que apoye, que ayude y estimule, que privilegie el espíritu ante la ley.
En el respeto a la tradición de la Iglesia local y la Iglesia latinoamericana optará por la iglesia comunidad de comunidades tal como pide insistentemente el Documento de Aparecida al decir: La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana (DA 168) y al hablar de la Parroquia como comunidad de comunidades (Cfr. DA 170-177) o de la opción por las Comunidades Eclesiales de base y pequeñas comunidades (Cfr. DA 178-180).
Finalmente la Iglesia y la sociedad de Sucumbíos sueñan con un pastor capaz de respetar la sana tradición de la Iglesia de Sucumbíos enmarcada en la tradición de la Iglesia Latinoamericana alentada por el Concilio Vaticano II