Margot Bremer rscj
Alemana, radicada en Paraguay. Biblista y acompaña la pastoral indígena
Adital
Al celebrar un Congreso en
América Latina 50 años después del Concilio Vaticano II, quiere decir que no
queremos olvidarlo. Tiene mucho sentido para nosotros en América Latina esta
celebración ya que aquel Concilio dio un cambio radical en la visión de la
Iglesia y en su misión en el mundo. Aquella nueva auto-comprensión había dado
un nuevo aliento revitalizador y creativo a la Iglesia latinoamericana y le
había inspirado hacer una relectura desde su propia realidad que se plasmó en
los documentos de Medellín.
La Iglesia, al presentarse en
los documentos del Concilio en diversos conceptos y símbolos, nos había ayudado
a comprender mejor el inabarcable misterio que no cabe en un solo concepto ni
en una sola imagen. Durante las dictaduras en este Continente, la imagen
bíblica de Pueblo de Dios que presenta LG cap. II, había convocado a muchos
católicos encontrarse en Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), articuladas
entre sí como Pueblo organizado, siguiendo el modelo de la Iglesia primitiva en
el NT y buscando la comunión con los sucesores de los apóstoles, los que habían
recibido el ministerio de la comunidad (LG III,20). Tuve la suerte de
acompañarlas, junto con algunos seminaristas, mis alumnos, cuando daba clases
en el Seminario de Quilmes/ Argentina. Las CEBs mismas interpretaron
comunitariamente su realidad de pobres a la luz de la Palabra de Dios y
buscaron soluciones según el Evangelio. Renovaron y fortalecieron su fe
encarnándola en la realidad de su vida cotidiana. Así comenzaron en sus
reuniones bíblicas las primeras reflexiones teológicas expresadas en su
religiosidad popular. Algunos teólogos comprometidos que acompañaron este
proceso, sistematizaron aquellas novedosas reflexiones condensándolas en la
Teología de la Liberación la que surgió del clamor y de la aflicción del Pueblo
de Dios. La gran mayoría de los obispos latinoamericanos de entonces se
solidarizaron y se comprometieron con ellos mediante la Opción preferencial por
los Pobres.
Hoy, estamos en otra etapa. El
Vaticano II nos ayudó a descubrir la unidad en la diversidad gracias a la
advertencia de estar atentos/as a los signos de los tiempos (GSp).
Así como el Concilio Vaticano II
encontró para la única realidad de la Iglesia múltiples conceptos y símbolos bíblicos,
así también la TL está descubriendo hoy que su realidad incluía muchas
dimensiones específicas que hoy se están visibilizando: Teología feminista,
Teología India, Teología Afro, Teología de la Tierra, Eco-Teología, Teología
política, etc.
Yo personalmente estoy
acompañando desde hace 20 años a los pueblos originarios en su reflexión
teológica desde su cultura y religiosidad, descubriendo en el diálogo
intercultural unos inmensos valores de espiritualidad y sabiduría, desconocidos
en nuestra sociedad racista y nuestra Iglesia de cultura occidental. Estos
valores, algunos ya reconocidos por Aparecida, podrían ser un valioso aporte en
la construcción de una Iglesia más latinoamericana. La reflexión teológica de
los Indígenas podría contribuir en estos tiempos de cambio de época, a una
vuelta a las raíces más auténticamente latinoamericanas, enriqueciendo a la
Teología occidental con su valioso aporte simbólico-espiritual.
Por causa del cambio radical del
mundo y de la Iglesia que se dio en los últimos 50 años, tengo mucha expectativa
de que en este Congreso se haga una relectura para rescatar el espíritu del Vaticano
II en que fueron escritos sus documentos e inspirarnos en ellos para nuestro
caminar como Iglesia peregrina, pobre y misionera, hacia una nueva época con
nuevos horizontes y desafíos.
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