"Te necesitan cuando menos lo esperas y te buscan cuando, de verdad, lo necesitan"
(José Moreno).- Desde la vida de los jóvenes y el camino
compartido con ellos, he elaborado una reflexión, que el último número
monográfico de "Imágenes de la Fe"
(Editorial PPC- Enero 2013) la presenta en su totalidad. Comparto la
conclusión de dicho trabajo que presento como un decálogo para
acompañantes de jóvenes.
Todo se enmarca en un principio fundamental descubierto: quien obra y trabaja en el corazón del joven es el Espíritu Resucitado de Jesús,
que le va mostrando el amor del Padre y el sueño que éste tiene sobre
él. Nosotros tenemos el gran papel de colaborar con ese Espíritu, que
nos alimenta a nosotros mismos y nos da fuerzas para acompañar
gratuitamente. Desde este Espíritu, la lectura creyente y sobre todo la
vida compartida con jóvenes considero:
1. El centro del "quehacer" al acompañar está en la persona con
la que compartimos camino; son su proceso, su momento y sus inquietudes
los que tienen que centrar nuestra acción y animación. A nosotros nos
toca dejarnos afectar por su persona y su proyecto para servirle en
orden a su autonomía y crecimiento.
2. Es fundamental arriesgar para acompañar, no podemos tener
conceptos preestablecidos ni marcos organizados. Cada persona tiene su
vida y el espíritu en ella sopla lo que quiere y cuando quiere, y el
joven se abrirá en libertad a ese soplo. Conservar y asegurar no es
acompañar, abiertos seremos sorprendidos y enriquecidos por la novedad y
la creatividad de cada persona y su historia.
3. Acompañar es echar de lo que tenemos para vivir, no se puede hacer sin priorizar y sin disponibilidad gratuita; te necesitan cuando menos lo esperas
y te buscan cuando, de verdad, lo necesitan aunque no sepan expresarlo.
Estar a punto y disponible es el oficio más valorado por ellos.
4. Si te alegras por cada pequeño paso y decisión tomada por
un joven, es que estás entrando en el verdadero reconocimiento, en el
espíritu del que da gracias por los sencillos y los pequeños; aquel que
te viene dado por la alegría que te da ir viendo el tesoro que el otro
está encontrando y cómo está poniendo en él su corazón.
5. Implicación e interpelación serán frutos que recibirás en
el oficio de acompañamiento, sus opciones y discernimientos, harán que
tú te replantees los tuyos y acabarás empujado a implicarte más para
servir más y mejor en más espacios de los propios y los ajenos. Tu
servicio y compromiso serán trampolines para su actitud de servicio en
el mundo.
6. Los jóvenes no quieren milagros tuyos, esos los hace el Señor
con ellos; sólo quieren tener parte en tu vida o, más bien, saber que tú
te interesas por la suya y que pueden contar con lo que tú tienes y
eres. Si eres auténtico y te muestras con verdad, desde tu sencillez y
pequeñez, se sentirán como en su propia casa. No trates de ser distinto
de lo que eres, porque eso te hará distante.
7. La fraternidad es el horizonte al que pretendemos llegar en toda
iniciación y catecumenado, hijos en el Hijo; ese horizonte sólo es
posible si la comunidad es nuestro lugar de verdadera referencia
personal. El joven necesita de un grupo de vida, de discernimiento comunitario,
pero no puedo ser animador de esta realidad para él si yo no soy
sujeto de una comunidad de vida propia, donde proyecto y reviso mi
propia existencia. Sólo se genera comunidad desde la comunidad vivida y
experimentada.
8. La tentación más fuerte es sacarlos del mundo y preservarlos en un aparte. Esto no es animar, sino desanimar, desencarnar.
Jesús no quiere que los saquemos del mundo, sino que, en medio de ese
mundo, sean la levadura y la sal; ahí está su lugar para ser y crecer,
meterse en el corazón del mundo con el corazón de Dios. Para ello,
nosotros mismos tenemos que entrar en la aventura de descubrir la
realidad como lugar de salvación querida y amada por el Padre. Es
importante que conozcamos y amemos sus mundos y ambientes.
9. Hoy, como nunca, necesitamos acompañar desde el ser católicos, el
"id por todo el mundo" hoy tiene eco y sabor especial y actualizado. Queremos una humanidad fraterna y universal,
donde el horizonte es el hombre y todas sus situaciones. Nuestra mente
ha de ser universal como el envío, para la utopía de un mundo sin
fronteras con todos los derechos fundamentales a flor de piel -frente a
la crisis-; sólo desde ahí podremos acompañar mentes que quieren ser
libres y romper límites que separan y provocan injusticia y dolor.
10. Pero sin Él no podemos hacer nada; sin su amor y sin su
protagonismo, todo será una inútil hazaña, ideología y apropiación
indebida. Sólo desde el principio y fundamento de los sentimientos de
Cristo, podemos servirle para que otros se encuentren con Él y descubran
el verdadero sentido de la vida; en la experiencia profunda y personal
de Cristo, serviremos para que el joven lo intuya y lo descubra en su
vida para siempre, y sea capaz de arriesgarlo y venderlo todo para
tenerlo solo a Él.
Y cuando hayamos hecho todo esto, por la gracia de Dios, diremos
como los empleados fieles del Evangelio: "Somos siervos inútiles, hemos
hecho lo que teníamos que hacer". Pero ya nadie nos podrá quitar la
experiencia de ser hombres del Espíritu, tocados por la gracia de
Cristo, y el sentido de comunidad y de familia que el Padre habrá
provocado en nosotros al cumplir su voluntad, y los jóvenes y sus
procesos -harán obras mayores que nosotros, mucho mayores- serán
nuestra corona y nuestra gloria.
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