Proyectos de "Misión" Juventud Carmelita Ecuatoriana

Con la finalidad de realizar proyectos de solidaridad, acogida y fraternidad con comunidades que lo necesiten, los jovenes que conformamos el JUCAE, queremos compartir con ustedes estas iniciativas y proponerles se nos una como colaboradores.

sábado, 16 de febrero de 2013

No desviarnos de Jesús



Las primeras generaciones cristianas se interesaron mucho por las pruebas y tensiones que tuvo que superar Jesús para mantenerse fiel a Dios y vivir siempre colaborando en su proyecto de una vida más humana y digna para todos.
 
El relato de las tentaciones de Jesús (Lc 4, 1 – 13) no es un episodio cerrado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones, “el demonio se marchó hasta otra ocasión”. Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.
 
Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.
En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: “no solo de pan vive el hombre”. Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.
 
También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.
 
En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo: “Al Señor, tu Dios, adorarás”. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.
 
También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.
 
En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Solo hará signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.
 
Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta su Amor a todos sus hijos.
José Antonio Pagola

jueves, 7 de febrero de 2013

Decálogo para acompañantes de jóvenes

"Te necesitan cuando menos lo esperas y te buscan cuando, de verdad, lo necesitan"

 

(José Moreno).- Desde la vida de los jóvenes y el camino compartido con ellos, he elaborado una reflexión, que el último número monográfico de "Imágenes de la Fe" (Editorial PPC- Enero 2013) la presenta en su totalidad. Comparto la conclusión de dicho trabajo que presento como un decálogo para acompañantes de jóvenes.

Todo se enmarca en un principio fundamental descubierto: quien obra y trabaja en el corazón del joven es el Espíritu Resucitado de Jesús, que le va mostrando el amor del Padre y el sueño que éste tiene sobre él. Nosotros tenemos el gran papel de colaborar con ese Espíritu, que nos alimenta a nosotros mismos y nos da fuerzas para acompañar gratuitamente. Desde este Espíritu, la lectura creyente y sobre todo la vida compartida con jóvenes considero:

1. El centro del "quehacer" al acompañar está en la persona con la que compartimos camino; son su proceso, su momento y sus inquietudes los que tienen que centrar nuestra acción y animación. A nosotros nos toca dejarnos afectar por su persona y su proyecto para servirle en orden a su autonomía y crecimiento.

2. Es fundamental arriesgar para acompañar, no podemos tener conceptos preestablecidos ni marcos organizados. Cada persona tiene su vida y el espíritu en ella sopla lo que quiere y cuando quiere, y el joven se abrirá en libertad a ese soplo. Conservar y asegurar no es acompañar, abiertos seremos sorprendidos y enriquecidos por la novedad y la creatividad de cada persona y su historia.

3. Acompañar es echar de lo que tenemos para vivir, no se puede hacer sin priorizar y sin disponibilidad gratuita; te necesitan cuando menos lo esperas y te buscan cuando, de verdad, lo necesitan aunque no sepan expresarlo. Estar a punto y disponible es el oficio más valorado por ellos.

4. Si te alegras por cada pequeño paso y decisión tomada por un joven, es que estás entrando en el verdadero reconocimiento, en el espíritu del que da gracias por los sencillos y los pequeños; aquel que te viene dado por la alegría que te da ir viendo el tesoro que el otro está encontrando y cómo está poniendo en él su corazón.

5. Implicación e interpelación serán frutos que recibirás en el oficio de acompañamiento, sus opciones y discernimientos, harán que tú te replantees los tuyos y acabarás empujado a implicarte más para servir más y mejor en más espacios de los propios y los ajenos. Tu servicio y compromiso serán trampolines para su actitud de servicio en el mundo.

6. Los jóvenes no quieren milagros tuyos, esos los hace el Señor con ellos; sólo quieren tener parte en tu vida o, más bien, saber que tú te interesas por la suya y que pueden contar con lo que tú tienes y eres. Si eres auténtico y te muestras con verdad, desde tu sencillez y pequeñez, se sentirán como en su propia casa. No trates de ser distinto de lo que eres, porque eso te hará distante.

7. La fraternidad es el horizonte al que pretendemos llegar en toda iniciación y catecumenado, hijos en el Hijo; ese horizonte sólo es posible si la comunidad es nuestro lugar de verdadera referencia personal. El joven necesita de un grupo de vida, de discernimiento comunitario, pero no puedo ser animador de esta realidad para él si yo no soy sujeto de una comunidad de vida propia, donde proyecto y reviso mi propia existencia. Sólo se genera comunidad desde la comunidad vivida y experimentada.

8. La tentación más fuerte es sacarlos del mundo y preservarlos en un aparte. Esto no es animar, sino desanimar, desencarnar. Jesús no quiere que los saquemos del mundo, sino que, en medio de ese mundo, sean la levadura y la sal; ahí está su lugar para ser y crecer, meterse en el corazón del mundo con el corazón de Dios. Para ello, nosotros mismos tenemos que entrar en la aventura de descubrir la realidad como lugar de salvación querida y amada por el Padre. Es importante que conozcamos y amemos sus mundos y ambientes.

9. Hoy, como nunca, necesitamos acompañar desde el ser católicos, el "id por todo el mundo" hoy tiene eco y sabor especial y actualizado. Queremos una humanidad fraterna y universal, donde el horizonte es el hombre y todas sus situaciones. Nuestra mente ha de ser universal como el envío, para la utopía de un mundo sin fronteras con todos los derechos fundamentales a flor de piel -frente a la crisis-; sólo desde ahí podremos acompañar mentes que quieren ser libres y romper límites que separan y provocan injusticia y dolor.

10. Pero sin Él no podemos hacer nada; sin su amor y sin su protagonismo, todo será una inútil hazaña, ideología y apropiación indebida. Sólo desde el principio y fundamento de los sentimientos de Cristo, podemos servirle para que otros se encuentren con Él y descubran el verdadero sentido de la vida; en la experiencia profunda y personal de Cristo, serviremos para que el joven lo intuya y lo descubra en su vida para siempre, y sea capaz de arriesgarlo y venderlo todo para tenerlo solo a Él.

Y cuando hayamos hecho todo esto, por la gracia de Dios, diremos como los empleados fieles del Evangelio: "Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer". Pero ya nadie nos podrá quitar la experiencia de ser hombres del Espíritu, tocados por la gracia de Cristo, y el sentido de comunidad y de familia que el Padre habrá provocado en nosotros al cumplir su voluntad, y los jóvenes y sus procesos -harán obras mayores que nosotros, mucho mayores- serán nuestra corona y nuestra gloria.

miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Cuál es el sentido de los buenos deseos para el año nuevo?

Ya estamos avanzados en el año nuevo y todavía nos expresamos buenos deseos de salud y prosperidad. ¿Qué sentido tienen tales votos en el contexto mundial y nacional en el que vivimos?

Ellos ganan sentido si ocurre lo que pide con urgencia la Carta de la Tierra, uno de los documentos más importantes y promotores de esperanza del comienzo del siglo XXI: “un cambio en la mente y en el corazón, un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal” (conclusión). Es decir, si tuviésemos el coraje de cambiar nuestra forma de vivir, si el modo de producción y de consumo tomase en cuenta los límites de la Tierra, en especial, la escasez de agua potable y los millones y millones de personas que pasan hambre.

No es imposible que pueda haber una quiebra sincronizada del sistema-Tierra y del sistema-vida. Los tsunamis y los huracanes son pequeñas anticipaciones. La biodiversidad podrá en gran parte desaparecer, como en las conocidas 15 grandes destrucciones sufridas antaño por la Tierra. Muchos humanos también perecerán y se salvarán apenas retazos de nuestra civilización.

Jared Diamond, conocido especialista en biología evolutiva y biogeografía de la Universidad de California, en su libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (Debate 2006) mostró como ese colapso ocurrió en la Isla de Pascua, en la cultura maya y en Groenlandia del Norte. ¿No sería una miniatura de lo que podría ocurrir con la Tierra, una Isla de Pascua ampliada? ¿Quién nos garantiza que eso no será posible?

Hay flechas en nuestros caminos que apuntan en esa dirección. Y nosotros, divirtiéndonos, riendo despreocupadamente, jugando en las bolsas especulativas, como en la fábula de Kierkegaard: un teatro está en llamas, el payaso pide a gritos a los espectadores que vengan a apagarlo, pero nadie acude pues todos creen que es parte de la obra. El teatro se quema, consumiendo el auditorio, los espectadores y los alrededores. Noé fue el único que leyó las señales de los tiempos: construyó un arca salvadora, garantizándola para él, su familia y representantes de la biodiversidad.

Pero entre Noé y nosotros hay una diferencia: ahora no disponemos de un Arca que salve a algunos y deje perecer a los demás. Esta vez o nos salvamos todos o perecemos todos. Con razón nos convoca en su parte final la Carta de la Tierra:

“Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a buscar un nuevo comienzo”.

Obsérvese que no se habla de reformas, mejoras, recortes, regulaciones, sino “de un nuevo comienzo”. No es que tales iniciativas no tengan sentido, pero serán siempre más de lo mismo e intrasistémicas. No resuelven el problema-raíz: el sistema que debe ser cambiado, solo retrasan la solución. El sistema se encuentra corroído por dentro y se ha transformado en una amenaza para la vida y el futuro de la Tierra. De él no podrá venir vida nueva que incluya a todos y salve nuestro ensayo civilizatorio.

Esto supone reconocer que los valores y los principios, las instituciones y los organismos, los hábitos y los modos de producir y consumir ya no nos aseguran un futuro discernible. Un “nuevo comienzo” implica inventar una nueva Tierra y forjar un nuevo estilo de “bien vivir” y “bien convivir”, produciendo lo suficiente y lo decente para todos, sin olvidar a la comunidad de vida y a nuestros hijos y nietos.

Los ejes articuladores ya no serán la economía, el mercado, el sistema bancario ni la globalización, sino la vida, la humanidad y la Tierra, considerada como Gaia, superorganismo vivo del cual nosotros somos su porción consciente e inteligente. Todos los demás subsistemas han de servir a este gran sistema uno y diverso en el cual todos serán interdependientes, construyendo juntos un destino común, también con la Madre Tierra.

La situación de la Tierra y de la humanidad es comparable a un avión en la pista de despegue. Comienza a correr. Todo piloto sabe que llega un momento crítico en el que el avión debe despegar, pues en caso contrario se estrellará al final de la pista. No son pocos, como Mijaíl Gorbachev, Martin Rees, James Lovelock,  Edward Wilson, y Albert Jacquard entre otros, los que nos advierten: hemos pasado el punto crítico y no levantamos vuelo. ¿Hacia dónde vamos?

Como la evolución no es continua sino que da saltos, nunca perdemos la esperanza, antes bien la cultivamos, de un salto cuántico que nos salve con una nueva mente y un nuevo corazón y, por eso, con un destino prometedor para 2013.

Leonardo Boff