“Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar”
José Martí, Versos sencillos, 1891.
Echar la suerte con los pobres de la tierra, implica, en primer lugar, saber leer (interpretar) los signos de los tiempos. Pero no basta con eso. Hay que decidirse a intervenir en la realidad para cambiarla. En segundo lugar, a lo largo de la historia, siempre hay gritos de los pobres, de distinta naturaleza. Saber escuchar los gritos de los pobres y reconocer quiénes son, en el momento histórico que nos toca vivir debe, a la vez, involucrarnos en ser parte de las soluciones para liberarnos de las opresiones que nos hacen gritar (Ex. 3,7-9)
Los Heraldos tienen su espiritualidad cimentada en tres puntos esenciales: la Eucaristía, María y el Papa, como está definido en sus estatutos:
“La espiritualidad tiene como líneas maestras la adoración a Jesús Eucarístico, de inestimable valor en la vida de la Iglesia para construirla como Una, Santa, Católica y Apostólica, Cuerpo y Esposa de Cristo (EE.25,61); la filial piedad Mariana, imitando la siempre Virgen y aprendiendo a contemplar en Ella el rostro de Jesús (NMI.59); y la devoción al Papado, fundamento visible de la unidad de la Fe (LG.18)."
Los Carmelitas
Los Carmelitas Descalzos (nombre oficial OCD), o Carmelo Teresiano (nombre popular apropiado), traemos el nombre y el primer origen del Monte Carmelo en Palestina, donde al principio del siglo XIII un grupo de ermitaños, decididos a vivir en servicio de Jesucristo en su propia Tierra, recibieron una fórmula de vida o regla del patriarca de Jerusalén, San Alberto.
Abrazamos la vida religiosa en amistad y servicio de Jesucristo, a imitación y con el patrocinio de la Virgen María, cuya forma de vida, de fe y sencillez, de unión íntima con Jesús y su causa, constituye para nosotros el modelo interior. Nuestra vocación aspira a la unión con Dios por el camino de la contemplación y del fervor apostólico indisolublemente hermanados, formando una comunidad fraterna, signo de comunión en el mundo. La oración, que es vida de oración y oración de vida, se alimenta con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia y con los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de la Iglesia y de la humanidad. Un camino de fe, esperanza y amor.
El Carmelo es teresiano y sanjuanista, es decir, tiene como fundadores a dos santos místicos: Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. En la constelación de “santos” de los Heraldos está Plinio Correa de Oliveira, el fundador de Tradición Familia y Propiedad, de una espiritualidad de esclavos bastante dudosa y sospechosa, por decir lo menos. “los Heraldos del Evangelio, liderados por el ahora Monseñor Joao Clá, que durante décadas fue asistente, secretario y confidente del mismo Plinio”, están muy lejos de constituirse en anunciadores de la buena nueva. Tratar de igualar al Carmelo teresiano con los Heraldos de Plinio y Cía., no sólo es un despropósito, sino una declaración de mala fe para confundir en lugar de iluminar; pero eso es propio de un obispo maquiavélico como Arregui ducho en infamias y maquinaciones, cuyos estragos están viviendo los preferidos de Dios que viven en Sucumbíos y que no son precisamente los Heraldos de una noticia que dista mucho de ser buena para los pobres y marginados. Heraldos sí, pero de la infamia, del oscurantismo, del horror que causan por donde quiera que van. No pasan haciendo el bien, como Jesús, sino el mal. ¿Cómo se le ocurre a Arregui, invocando al papa, que Heraldos y carmelitas son lo mismo? Como tampoco son lo mismo los del Opus Dei y los perseguidos por causa de la justicia. Pero para Arregui es lo mismo el Evangelio que el Derecho Canónico o que el Catecismo de Ratzinger.
Las diferencias son sustanciales: mientras la espiritualidad de los Heraldos tiene su supuestos cimientos en la eucaristía, María y el papa, los carmelitas la cimentan en “vivir en servicio de Jesucristo”; el servicio a Jesucristo se realiza a través de los hermanos, de los pobres; porque son ellos los que tienen: hambre, sed…. (Mt 25,35ss).
Por todas estas razones, quien da legitimidad a las entidades de la iglesia es el evangelio = “Buena Noticia”, al igual que Enmanuel = Dios con nosotros, como buena noticia para la humanidad. La iglesia ya legitimó en el pasado a la Santa Inquisición, a las cruzadas y otras tantas cuestiones oscurantistas por las cuales, históricamente ha tenido que pedir perdón.
No podemos, como iglesia, ser cómplices del silencio que se ha convertido en vicio a través de irrespetar el segundo mandamiento: “no tomar su Santo nombre en vano”. Y es que la iglesia jerárquica sigue tomando el Santo Nombre de Dios en vano por su falta de transparencia en sus manejos políticos y económicos.
Hay que recordarle a Mons. Arregui que la distinción tiene que ver con la actitud; cómo nos situamos frente a la realidad que tratamos de evangelizar. Para ser misionero no basta con llevar la “buena noticia”, también hay que ser “buena noticia” para la gente a la que ofertamos el mensaje de Jesús.
Isamis, si ha echado su suerte con los pobres de la tierra, una señal inequívoca es la persecución a la que está sometida por la propia institución eclesial y una iglesia que no es perseguida, tiene poco ver con la iglesia de Jesucristo; de la que nos hablan los hechos de los Apóstoles.
Heraldos y Carmelitas no son lo mismo.
P. Luis Fernando Botero, Riobamba
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