Ante los signos de vida y de muerte suscitados en el Vicariato Apostólico de Sucumbíos, iglesia particular testimoniante del significado de vivir el “tria munera Christi” misterio-comunión-misión con la luz del Espíritu Santo a través del Evangelio, la doctrina social de la iglesia, el Concilio Vaticano II, y las Exhortaciones y directrices del magisterio universal y latinoamericano.
Cómo discípulos de Cristo quien se “encarnó” en el mundo en su tiempo y en su historia (Il Cor. 5, 18-19.21) (Cons 47) para invitarnos a una “vida abundante” desde el “nuevo mandamiento”; como iglesia “comunidad de amor” (Benedicto XVI Deus Caritas Est) en la que con carismas diversos nos encontramos y reconocemos como miembros de “un solo cuerpo”, siendo iguales en dignidad y complementariedad (Rom 12; 3-8) llamados a ser signo de comunión, fraternidad y caridad desde la communis dignitas y la vera aequalitas (Vaticano II)
Creyendo en la fuerza del Santo Espíritu de verdad y consolación, llamamos a nuestros pastores locales y universales a:
1. Generar y fomentar el diálogo fraterno con Iglesia Particular de Sucumbíos representada por la Asamblea Diocesana, para que la llegada momentánea o permanente de nuevos sacerdotes, sea una bendición y un don que reconcilie, integre, reúna y renueve en Cristo a la comunidad Católica (Col. 1, 19, 20) (Efe 2:20, 4:15), disipando los peligros sectarios especialmente entre los laicos (CL26 y 34), llamados a encarnar la “cultura de vida” y a construir la “civilización del amor” (Aparecida 537) como lo pidió quien dio su vida por nosotros: “Que todos sean uno Padre como yo en ti y tú en mi”.
2. Desde la koinonía, tomar la iniciativa de “lavar los pies” al acoger, reconciliar y hermanar a quienes dando un SI fiel a Dios al ejemplo de María, han forjado en 84 años la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos liderados por los Carmelitas Descalzos, anunciando las Buenas Nuevas del Reino en diversidad de congregaciones religiosas, laicos consagrados y seglares, clero diocesano y hombres y mujeres de buena voluntad integrados por el Bien común. (Cfr. C. A 25) (GS 1) al reconocer que el ministerio pastoral no debe ser concebido como una jerarquía de superioridad (Mt. 11, 29), sino como una diakonía (Cfr. LG 24, 37; CD; PO), que acerque las “Bienaventuranzas” a cada “anawim” desde “la evangelización que lo dispone a realizarse como hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve integralmente” (Puebla 1145).
3. Desde los ministerios y funciones en los que sirven y cuidan al pueblo de Dios, aportar a la designación en el Vicariato de Sucumbíos de un nuevo Obispo discípulo humilde y orante, apóstol sabio que testimonie su encuentro con Cristo transformador y santificante que lo impulsa a ser fiel a la vocación y al kerygma dado por su Maestro (Lc. 4, 18.19.21), tomando en cuenta que Sucumbíos al ser hogar de pueblos ancestrales, refugiados y colonos diversos, necesita una labor inculturada, profética y catequética, que sea fermento de comunión, mutua donación y obediencia relacional y dialogal, ya que “Todo Obispo, está llamado a ser ministro de unidad en su Iglesia particular y dentro de la Iglesia Universal”[1] sin olvidar que “para cumplir su misión, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento, que les ayude a dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en la vida social, económica, política y cultural” (V CELAM n. 211-212
4. Revalorar el arduo y prolífico trabajo de los ministerios laicales quienes han encarnado su misión de “buscar el reino de Dios tratando las cosas temporales y ordenándolas según Dios” (LG 31 y 32) ya que saben que “Dios les ha llamado a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana…Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésta es la que tiene que ser en el alma y en el cuerpo santos y llenos de Dios: a ese Dios invisible lo encontramos en las cosas visibles y materiales”[2] en este caso en Sucumbíos, una provincia bendecida por su rica biodiversidad, pero sufriente porque de la suma de pecados sociales y estructurales (Juan Pablo II RP16 y SS 36) nacen problemas complejos como la pobreza extrema, el escaso acceso a Servicios Básicos, El Plan Colombia (militarización, refugiados, violencia, fumigaciones, desintegración familiar)
Agradecemos a Dios por el acto profético de Monseñor Gonzalo López en espera vigilante de este y otros actos que permitan “Sanar heridas y reconciliar” para que vuelva la paz en la iglesia y la sociedad de Sucumbíos, lo cual permitirá también que se detenga este ayuno que ya cumple 20 días.
Renovados en este tiempo Pascual de Resurrección que llega a su culmen en Pentecostés, oramos y actuamos buscando vivir el “Homothumadom” (Hc 2:42-47) ofreciéndonos como “Instrumentos de paz” “para que todos en él tengan vida”.
Atentamente,
Grupos laicales por la paz en Sucumbíos
(listado de firmas de respaldo se encuentran en la capilla del parque de la Alameda)
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[1] Exhortación de Benedicto XVI a los Obispos de la Iglesia siro-malabar de la India, en la visita Ad Limina Apostolorum del 7 de abril del 2011.
[2] La misión del laico en la Iglesia y en el mundo. Monseñor Escrivá de Balaguer, VIII Simposio Internacional de Teología, Universidad de Navarra, Pamplona 1987
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